Conocí a Cristina y Dani (con los nicks de Atómica y Dani Morn) a través del primer foro del que fui asidua -y, de momento, el único en el que me he implicado de verdad. Su nombre era Electroduendes, aunque tras varias hecatombes informáticas y trolleras se reconvirtió en La Quinta Parte. Como podéis imaginar, el foro en cuestión no versaba sobre crítica literaria, ni sobre teoría política aplicada, ni sobre filosofía comparada: era un lugar de discusión de juguetes, series y frikismos de los años 80. Allí descubrí por qué había visto “Farenheit 451″ a tan tierna edad y un sábado por la mañana (gracias al “La clave” para niños llamado “Pista libre”), descubri la sucesión exacta de Sábado-Sabadabadá-Dabadabadá-El Kiosko, presentadores incluidos, volví a ver fotos del Big Track que tuvo mi hermano Manuel y descubrí que “Choky” era una serie checa.
Pero lo más importante es que los usuarios de aquel foro eran una gente estupenda. Aún recuerdo la primera quedada que hicimos, a las puertas del Tupper Ware malasañero, que nos pareció bien ambientado para nuestros propósitos. Yo me sentía muy friki y estuve a punto de no ir. Por suerte, me quedé, me reí, me compré una chapa de “Los Cinco” y volví a casa cinco horas después, más feliz que una perdiz.
Los chicos de La Quinta Parte también estuvieron en la génesis (madre, qué palabro) de Bruno y discutieron posibles nombres de héroes y villanos con mucho entusiasmo y acierto. Tienen su pequeño, mínimo agradecimiento en las páginas de cortesía y me encantaría que me ayudaran con los patronímicos del segundo volumen, que, de momento, se me resisten (ya sabéis, chicos, a visitar el grupo de Bruno en Facebook).
Bueno, el caso es que sigo en contacto con muchos de aquellos foreros y Cristina y Dani siempre ocuparon un lugar especial (junto con Obélix y Atalaya, AKA Sergio y Pili, y Rondador, ahora desaparecido en las alas del amor). En primer lugar, porque siempre es bonito presenciar cómo dos personas se enamoran. Y, en segundo, porque los dos son encantadores, sonrientes, amables, curiosos y, por resumirlo de alguna manera, maja gente. Los vi por última vez este verano, cuando recalaron por Madrid y me llamaron para tomar algo y para que les firmara sus Brunos. Los dos fueron, como de costumbre, encantadores, y me escribieron después para decirme cuánto les había gustado.

Pero aún tenían algo que decir. Hoy, desde su blog (que recomiendo, sobre todo a los amantes de Japón y de Nanni Moretti) recomiendan Bruno Dhampiro como lectura para estas navidades. ¡Mil gracias, chicos!